jueves, 17 de enero de 2013

The italian job. Parte I

A la Bella Italia llegué por el puerto de Ancona, ciudad situada en la región de Marche, a unos 210 kilómetros al noreste de Roma, con uno de los puertos más importantes del Adriático, ya desde época romana. Ancona significa literalmente codo, en griego antiguo. Al parecer la ciudad fue fundada por exiliados de Siracusa, hacia el siglo IV a.c. 

Fue un uno de Diciembre, sobre las diecinueve treinta horas, tarde para las costumbres del país. El cambio de temperatura que iba a acompañarme durante toda la travesía Itálica no se hizo esperar. Además llovía cómo ya viene siendo una constante cada vez que me da por cruzar una frontera. Sin pensar demasiado me apañé un impermeable para mi y el equipaje con unas bolsas de basura grandes que me facilitó un simpático amigo de la tripulación. 

Al desatar la bici constaté que el portaequipajes se hallaba completamente roto. Las bridas metálicas no aguantaron la fuerza de las cinchas con las que amarré la bici para la travesía. Lo apreté todo como pude y me dispuse a salir del puerto cuanto antes. 

Ese exagerado bamboleo de la bicicleta iba a convertirse en un nuevo compañero de viaje hasta mi llegada a Barcelona. Pero no adelantemos acontecimientos. Ante la lluvia, la incomodidad de la nueva sensación y lo adelantado de la jornada decido arribar a la estación de tren y recorrer con el caballo de hierro los 40 kilómetros que me separaban de Senigallia, mi primer destino italiano y donde me espera Giulia, una simpática profesora de español que ha vivido en España un montón de años.

En menos de de media hora me planto allí. Senigallia es una pequeña pero bellísima localidad de unos 40.000 habitantes que como no podía ser de otra manera en Italia también tiene más de veinte siglos de historia.



Giulia me recibe con una cena estupenda, junto a su amiga María que también da clases de lengua española en un instituto. Charlamos animadamente hasta la medianoche y aunque es sábado, el frío y el cansancio hacen que caiga rendido en mi cama sin ningún tipo de remordimiento. 

Al día siguiente Giulia me invita a un capuccino en la mejor cafetería de la ciudad.  


¡Hacia el centro!

Hace un frío tremendo pero el Capuccino nos espera
Después comemos unos dulces tradicionales y nos dirigimos a la fortaleza, La Rocca Roveresca

Entrada principal


La impresionante construcción fue levantada en el 1350 por el cardenal Albornoz con la intención de proteger a la ciudad de las incursiones turcas y expandida cien años más tarde por Segismundo Malatesta

Hoy en día podemos ver la reforma de Baccio Pontelli bajo las órdenes del poderoso Giovanni Della Rovere, hermano del papa Julio II y padre del primer Duque de Urbino


El antiguo foso convertido en un jardín

Seguimos charlando de todo un poco mientras me muestra los lugares más encantadores de Senigallia, la biblioteca, las fantásticas iglesias y mis amadas plazas porticadas.


Pórtico cerca de la Biblioteca Comunale

Callejón interior de plaza a plaza

Italia es un país lleno de  fantásticos rincones secretos

Entrada del centro de exposición fotográfica

Chiesa della Croce

Detalle del frontal barroco

De vuelta a casa
Giulia es una gran cocinera. Mientras prepara una estupenda pasta y polenta para comer me habla de su blog, Un pincho de español, con el que realiza un aporte extra de material didáctico, no sólo para sus alumnos, sí no para cualquiera que quiera aprender el idioma. Aprovechando los acontecimientos políticos  que sacuden España, me pide que colabore en un video para sus alumnos, explicando las diferencias entre Barcelona y Madrid. Al principio soy un poco reacio a hacerlo, sé por experiencia que estas cosas nunca dejan contento a nadie y siempre hay alguien que se siente ofendido. Al final me animo a hacerlo y soportando el frío extremo que parece haber tomado la ciudad, grabamos mientras me paseo por las calles comentando los tópicos sobre la hispanidad, los nacionalismos, el iberismo y la mediterraneidad de las diferentes cocinas que integran la diversidad de España.

Aquí os dejo el enlace para los que no lo hayais visto.
 
Un pincho de Español 


Llega el momento de partir. La próxima parada es Pesaro y allí me voy a alojar en casa de Francesca y su guapísima hija Asia. 

Antes pero, Giulia y Stefano, me obsequian con una cata de pastas y un fantástico vino blanco que elabora la familia de éste último. Salgo a reventar, a cruzar la Marche con el estómago completamente lleno de esa comida deliciosa y el ánimo levantado. ¡¿Quién se acuerda ahora de las penurias pasadas durante el dengue?

Llegar a Pesaro me tomará unas tres horas más o menos. Es una etapa sencilla, de tan sólo 44 kilómetros. 


Harinezumi flirteando con la luz del Midi

Aún y así, tengo que decir que es la primera etapa en la que paso realmente frío. El termómetro baja hasta los siete grados y cuando desaparece el sol, tanto las manos como los pies empiezan un proceso de congelación que por suerte no llega hasta el final. En el aspecto positivo destacar el hermoso paisaje, y al trascendental momento de encontrar el primer carril bici de toda la aventura. ¡Esto huele a civilización!

El cartel lo dice todo


La dura vida del aventurero

¡Por fin alguien se acuerda de los ciclistas!

Llego Pesaro y lo primero es tomar un capuccino para entrar en calor. Ya recuperado me dedico a buscar el viale Venezia, que es donde vive Francesca. La temperatura es baja y el viento aumenta la sensación de frío, pero la belleza de la ciudad me mantiene distraido.

La Rocca Constanza de noche

Tras una breve recorrido por la localidad, lo encuentro cerca de la playa. Se podría decir que se trata de una zona residencial, a juzgar por las casas que veo. Llamo, esperando no equivocarme, pues en el timbre figura otro nombre. Cruzo los dedos hasta que escucho ladrar a alguien que parece Tobia. Instantes después Francesca asoma sonriente por la ventana de la cocina.

No lo había comentado antes pero Tobia es el Boss de la casa, un auténtico macho alfa que cuida con esmero de sus dos chicas. Enseguida trabamos amistad y tras presentarle mis respetos me deja entrar en su guarida.


En la cocina de Tobia

La casa de Tobia, permiteme Francesca, es muy bonita y acogedora. Dispongo una habitación en la buhardilla y un baño para mi solo.  El jefe deja que sus chicas cuiden de mi, pues desgraciadamente he pillado un resfriado que me va a tener postrado en la cama al día siguiente. Como todavía lo ignoro disfruto de la cena que me preparan y de la botella de vino blanco que compré en una bodega cercana. 

Amanece y lo dicho, sin clemencia. Toca cama y no se puede hacer nada. Descansar e ingerir cuantos más ajos y más agua mejor. Aprovecho para fumar menos, ya que para ello debo salir a la calle, y empezar a enfocar uno de los propósitos para el nuevo año. Convertirme en fumador social de fin de semana. 

Al día siguiente me encuentro más recuperado. Por la mañana me doy una vuelta por Pesaro para hechar un vistazo.


En este país todo tiene un toque de decoro

Animismo ancestral en lo cotidiano

La Piazza del Popolo

¡Parece una película de romanos!

Venus en el escaparate

Hermoso rincón "avolutado"

Después de comer, Francesca me acompaña a comprar algo de ropa gruesa para poder continuar con la aventura. Necesitaré otros guantes, unas mallas y alguna especie de forro polar. En el supermercado lo encontramos todo a buen precio, para ser Europa, aunque la verdad es que no me acabo de acostumbrar  a la carestía de absolutamente TODOS los productos.

Al regresar de las compras salimos a pasear a Tobia por el paseo marítimo. 


Paseando a Tobia

Francesca se deja llevar por la nostalgia y nos acercamos al puerto. Quiere mostrarme el sitio donde creció. Se trata de la antigua casa de sus abuelos, que por razones de esas que se dan en la vida tuvo que venderse. Ella sueña con poder adquirirla algún día y retirarse allí a tocar el piano. (Es una excelente pianista y cantante) El inmueble está enfrente mismo del agua, a unos cinco metros de donde varan los barcos de los pescadores. Nos asomamos indiscretamente a una de las ventanas y mientras me explica la distribución de la vivienda nos sorprenden los nuevos habitantes, teniendo que escabullirnos con rapidez. 

Seguimos andando mientras me cuenta acerca de la gran fiesta anual que se monta allí mismo,  Festa della Beatissima Vergine Maria della Scala del Porto. Se cree que data del siglo XVI y fue sin niguna duda la base del núcleo urbano y del actual mercado regional.


Barco de pesca

Viejo amarre

Antigua casa del puerto

La puerta indiscreta

Artilugios para las paradas de pescado


Envueltos por la neblina de la memoria nos dejamos llevar por Tobia, que nos conduce de vuelta a casa mientras nuestras cabezas vuelan lejos de allí. 
Esta noche vienen a cenar unos amigos de Francesca y aún tenemos que preparlo todo. 

Al día siguiente me levanto con poco de resaca. La cena estuvo deliciosa como siempre, y lo pasamos bien charlando desenfadadamente hasta entrada la madrugada. 

Es mi último día en Pesaro y me dedico a prepararlo todo tranquilamente. Mi próxima parada sera Castrocaro, un pequeño pueblecito a mitad de camino de Boloña.

Por la tarde salgo a pasear y por casualidad  me encuentro con los amigos del Centro Cultural Sardo de Pesaro. Les cuento mi historia y me invitan a una copa de vino blanco mientras vamos desgranando anécdotas.  Esta es la clase de cosas por las que vale la pena viajar.

Con los amigos del Centro Cultural Sardo de Pesaro

Llego a casa de Tobia un poco entonado y nos disponemos a cenar. Esta noche viene Demetrio, un compañero del grupo de Teatro de Francesca. Pedimos pizza y brindamos con unas Franziskaner. ¡Por Pesaro, por Francesca, Asia y todos sus amigos!
 
6:30 AM. Después de tomar un ligero desayuno me preparo para partir. La etapa va a ser un poco larga, hasta Castrocaro hay 100 kilómetros y las temperaturas siguen descendiendo debido a la ola de frío que atraviesa el país. Me despido de mis nuevos amigos con cierta tristeza. Realmente me he sentido parte integrante de su familia y siempre les llevaré en mi corazón.

¡Hasta la próxima Pesaro!